España asimétrica

Hace tiempo escribí a un alto directivo de Google en EE.UU. Quería advertirle del marcado carácter machista de los resultados de algunas búsquedas que había realizado en el afamado buscador. Pues si preguntaba por el nombre de españolas de reconocido prestigio, la respuesta que obtenía era “Quizás quisiste decir: españoles de reconocido prestigio”. Si me interesaba por españolas ejemplares, Google no lo dudaba: “Quizás quisiste decir: españoles ejemplares”. Y si la búsqueda era sobre españolas famosas, entonces, la respuesta era grosera. Sin advertirte de ninguna posible confusión, ofrecía enlaces sobre “españolas desnudas y follando”, entre otras lindezas por el estilo.

Mi amigo me respondió, como los buenos profesionales, sin demora: «Tienes razón, lo informaré. Tenemos muchos casos. Lamentablemente no somos juez en todo esto, sino the soul of the age«.

Además de emprendedor de prestigio, mi amigo es un directivo influyente: Hoy, año y medio más tarde, los resultados ya presentan otro aspecto. Ante las mismas preguntas, el buscador ahora no te invita a que cambies española por español. En lugar de ello, directamente, en los primeros lugares aparecen nombres de universidades y los de marcas españolas de reconocido prestigio; salen a relucir algunas blogueras famosas, nuestra selección nacional de fútbol e incluso los ejemplares vendidos de determinadas revistas españolas.

Estas investigaciones son muy rápidas: los millones de respuestas posibles a la pregunta planteada tardan décimas de segundo en ser seleccionadas. Y tienen el valor que tienen, es decir, un valor muy relativo, porque entre otras muchas razones, destaca una por evidente: estas búsquedas no distinguen entre ‘personas ejemplares’ y el ‘número de ejemplares’ de una tirada.

Pero no podemos negar que reflejan el alma de la época, como decía mi amigo. Porque son conjeturas que tienen que ver con el lenguaje. Como esta otra que cuento, e invito a compartir, a continuación.

Puedes comprobarlo tú mismo: Haz la siguiente búsqueda literal: “mi derecho a”. Yo lo acabo de hacer y he obtenido, en 0,18 segundos, la siguiente cantidad de resultados: 6.270.000. Sí, más de seis millones de entradas contienen la cadena de caracteres “mi derecho a”. Por citar algunos ejemplos: “Reivindico mi derecho a decir que el franquismo…” de Lucía Etxebarría o “las redes sociales me ayudan a hacer realidad mi derecho a…” de la UNESCO.

Prueba ahora a teclear esta otra expresión: “mi obligación de”. Yo lo acabo de hacer y he obtenido 828.000 resultados. Sí, sólo un 13% con relación a la anterior pregunta. Por ejemplo: “…tú haz lo que te parezca conveniente, pero era mi obligación de amiga-amante avisarte…” de Maruja Torres.

Otra forma de acercarse a esta asimetría de nuestro lenguaje es buscar, en el diccionario de la lengua española, estas dos voces: derecho y obligación. Para la primera, el diccionario (en su vigésima segunda edición) emplea casi dos mil palabras, abreviaturas incluidas. Para la segunda, poco más de cuatrocientas.

Si el resultado de las búsquedas que nos permite Google pueden considerarse como el alma de nuestra época, no es menos cierto que la Real Academia Española acaba de celebrar su tercer centenario. Se acuda a una u otra fuente, estamos hablando de conjeturas que tienen que ver con el lenguaje, esa herramienta de que nos hemos dotado los humanos para describir el mundo: ‘Observa la blancura de esa cima nevada’. Y no sólo para describir el mundo, también utilizamos el lenguaje para transformarlo: ‘De acuerdo, trato hecho, me comprometo a ayudarte a partir de mañana’. Porque el lenguaje no es solo un instrumento contable, con el que narramos lo que vemos y sentimos; el lenguaje es también generativo, porque con él nos comunicamos para modificar la realidad.

¿Hay alguien ahí? Por favor, que un voluntario nos explique esta asimetría: se busque por donde se busque, los derechos ganan por goleada a las obligaciones. ¿Tiene esto algo que ver con lo que nos está pasando? ¿Explican estos datos, por brutos que sean, el que veamos en ‘el otro’ la causa de todos nuestros males? ¿Tiene sentido aspirar a un mayor equilibrio en nuestra forma de expresarnos? ¿Y en nuestra manera de actuar? Y si lo tiene, ¿se puede conseguir? ¿Cómo?

Muchas gracias y cordiales saludos,

Felipe Gómez-Pallete Rivas
Presidente de la Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas

 Felipe Gómez-Pallete Rivas en Linkedin

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4 Responses

  1. Samuel Pickwick Jr. Sep 09, 2013 —

    Estimado Felipe, intuyo que hace 200 años todo el mundo hablaba de obligaciones. La idea de «derechos» es posible que se haya pasado de frenada, tras miles de años encerrada en las mazmorras. En un mundo gobernado por la lógica del deseo (línea de flotación de la sociedad de consumo), el derecho aparece como legitimación racional-jurisprudente de la antropología individualista : los deberes son en relación frente a una comunidad en tanto que los derechos tienden a ser inmanentes de cada sujeto, o al menos se adscriben mejor a la pulsión egoista del deseo.
    La reflexión que planteas me parece pertinente y más que curiosos tus ejercicios con la lengua (la de la RAE no pienses mal)
    Un saludo
    Samuel Pickwick Jr.

    • ccdemocraticas Sep 10, 2013 —

      Muchas gracias, Samuel Pickwick Jr., por tu comentario. En mi opinión (compartida con otros lectores de tus palabras), has descrito el origen de la situación actual de forma brillante y concisa. La cuestión es lo que dirán de nosotros las generaciones por venir. En cuanto a los ejercicios de lengua ;), son una variante menor y artesana de data mining. Me alegra que llamara tu atención. Porque hay mucho que escarbar. Un abrazo, Felipe.

  2. Marcos Sep 10, 2013 —

    Pero todos tenemos las obligaciones implícitas de respetar los derechos de los demás, así que al final ganan las obligaciones… ¿Utopía? ¡Ojalá no lo fuera!

    • ccdemocraticas Sep 12, 2013 —

      Muchas gracias, Marcos, por su agudo comentario. Creemos que lo ideal sería un maravilloso empate. ¡Adelante! Un cordial saludo.

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