La calidad bien entendida (introducción)

Sistema; indicadores o índices; calidad; partidos, etcétera son términos de amplio espectro. Por eso, estas palabras hacen suponer a quien lee los titulares que ya sabe de qué va la cosa. Y, de esta forma, el lector, en lugar de interpretar el texto que sigue, lo traduce sobre la marcha a su propio idioma, es decir, lo filtra a través de su zona de confort intelectual y, en el mejor de los casos, se queda como estaba, diciendo para sí: ‘en efecto, esto ya lo sabía yo’.

Para evitar correr esta suerte, y sin pretensión alguna de ser originales, pero sí claros, Calidad y Cultura Democráticas desea explicar en esta serie veraniega de relatos breves lo que entendemos por Sistema de Indicadores de Calidad (SIC) y lo que, por el contrario, queda fuera del abanico de nuestras pretensiones:

  • Nos proponemos empezar con un ejemplo, lo más gráfico posible. Hemos elegido para ello un par de cifras más o menos aproximadas: en 2012, el PP gastó unos 130 millones de euros, mientras que sus ingresos por cuotas de afiliados ascendieron a unos 12 millones. ¿Cómo elaborar un indicador de calidad a partir de estos órdenes de magnitud? Éste será el asunto que trataremos en la primera entrega.

  • El segundo capítulo está dedicado a subrayar la diferencia que existe entre un indicador de calidad (para entonces, ya sabremos lo que es esto) y un estándar establecido por quienes tengan competencia para ello.  Y es que no es lo mismo aspirar a cumplir un compromiso de calidad, libremente adquirido, que pretender ajustarse a unos estándares que estén, de una forma u otra, aceptados por la comunidad y considerados como de obligado cumplimiento.
  • Una vez sabido en qué consiste y cómo se elabora un indicador de calidad, y sin temor a confundirlo con un estándar, la cuestión a debatir en la tercera entrega es el dónde: ¿Dónde aplicar los indicadores de calidad? ¿Proponemos aplicarlos a lo largo de los procesos de trabajo que tienen lugar en el interior de los partidos políticos? O, por el contrario, ¿nos proponemos evaluar ‘la calidad’ del producto final, es decir, ‘la calidad’ de los programas electorales que, cada equis años, los partidos someten a la consideración de los ciudadanos-votantes?
  • Aclaradas estas tres primeras cuestiones (en qué consiste un indicador de calidad; qué  lo diferencia de un estándar, y en qué ámbito –si procesos o productos– nos proponemos aplicarlo) la pregunta planteada en el cuarto relato breve de este verano es la siguiente: Y todo esto ¿qué tiene que ver con la tan traída y llevada exigencia de Transparencia? La Transparencia (poner a disposición de la ciudadanía información que estaba oculta) sirve para someter a los partidos a “un marcaje público, que no es acoso, para que al menos no duerman tranquilos”. Hacer públicos los indicadores de calidad es otra cosa: es adquirir un compromiso público que permita elevar la confianza de los ciudadanos en la operativa de los partidos y, ‘por el mismo precio’, mejorar las expectativas electorales de estos.
  • La calidad bien entendida o, al menos, la calidad tal como la entendemos quienes trabajamos en esta iniciativa, es un concepto y es una práctica en torno a la relación que se establece entre estos dos agentes: los ciudadanos y los partidos políticos. Y es una relación que responde a la idea de círculo virtuoso: cuanto más interaccionan los dos agentes, más y mejores logros se alcanzan en beneficio de ambos. Nada que ver con la idea de círculo vicioso, como el que, en determinadas circunstancias, forman, por ejemplo, los políticos y los promotores urbanísticos, los conductores y los peatones o las empresas patrocinadoras y sus patrocinados. Este el asunto tratado en la quinta entrega o relato breve.

Figura 3. El destino

  • Pues bien, y por último,  ¿cómo se está construyendo todo esto? ¿Cómo estamos diseñando y poniendo en práctica el Sistema de Indicadores de Calidad (SIC)? Lo estamos haciendo según nuestro lema: investigando con excelencia científica, comunicando con profesionalidad y ejecutando cada golpe con precisión, un imaginario híbrido entre Santiago Ramón y Cajal, Karlos Arguiñano y Roger Federer, por ofrecer una imagen que facilite visualizar lo que decimos. Paso a paso. Y con la mente puesta en el dibujo que acompaña estas palabras. Una tabla que nuestros seguidores ya conocen.

Deseamos que este briefing anime a muchos ciudadanos a apoyarnos con sus ánimos, ideas y sugerencias. Y también con sus donaciones. De este modo, el Sistema de Indicadores de Calidad será el resultado de la colaboración ciudadana y de los propios partidos. Y lo será en beneficio de ambos. Y, por tanto, lo será en beneficio de todos, es decir, de una sociedad en la que, por fin, al interés individual (‘¿Qué hay de lo mío?’) se le sume el interés por el bien común.

Saludos cordiales,

Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas

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